Se extiende como un gas,
penetra muros y ventanas
hasta alcanzar incluso
las cámaras acorazadas en los sótanos.
No puedes hacer nada ya que es
extremadamente contagioso.
Da igual que intentes evitarlo
tapándote con fuerza la nariz
o cerrando los ojos.
Lo invade todo (menos su corazón).
Al amanecer se anuncia por las megafonías
para luego crecer y repetirse
hasta parecer que es verdad.
Te arrincona y te aparta,
quiere cegar entendimiento y vista
con su largo catálogo de horrores.
No ceja. No descansa en domingo.
Quiere apagar el sol y proclama la noche
con su sombra infinita de desgracia.
1 comentario:
Sí, es bien difícil resistirse a su paso...
Un beso!
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