Hay sueños más reales que la vida, nombres tatuados en la piel , jirones de la memoria , voces ancladas en un lugar secreto , palabras prisioneras , ecos que sin cesar se repiten.
Has vuelto allí , cuarenta años después, y el lugar es el mismo : el banco de piedra , la alameda , el árbol con tres letras grabadas , las rocas imponentes , la ciudad vieja , el balcón que se asoma al vacío . La misma luz , los mismos ojos , el mismo vértigo de entonces y el cerebro a galope que intenta recordar , descubrir una pista , un nombre , una ausencia.