lunes, julio 06, 2009

Vicente y yo



Todavía quedan cinco horas para salir. El turno está tranquilo. Casi todos se han ido a conquistar un pedazo de arena frente al mar.

Algunos se quedaron, es verdad, porque seguro piensan que es mejor no insolarse o mancharse los piés con alquitrán.

La puerta del hospital es un lugar fresco y tranquilo en estos días y uno siempre puede decir que siente un bocado como de perro chico en lo profundo del pecho o que sufre de cólico por atracón de calamares o altramuces o caracoles o estrellas de mar.

Las tapas son pésimas en ese bar de enfrente y los últimos clientes son siempre bienvenidos aquí.

Quedan cuatro horas para salir y la calle arderá todavía. Le llaman flama a ese vaho que despide el asfalto y que puede durar toda la noche y llegar incluso hasta el amanecer.

Preparo la cesta y el sombrero de paja. Él no habrá llegado todavía y yo tendré esta vez ventaja.

Todas las mañanas salimos a buscar. Él habrá dormido y yo no.

La sierpe avanza y se retuerce, se pega a los costados con su ruido de claxon y voces que quieren apartarnos. Nosotros nos tambaleamos con pasos oscilantes, murmuramos palabras incomprensibles y miramos adentro. ¿Dónde estás, dónde has ido?

Quema el sol de las doce. Vicente no usa gorra y se protege con una mano sobre su calva lisa. Tiene el cuerpo flaco , huesudo , bajo; los ojos brillantes, las cejas pobladas. ¿Dónde estás amor mío ?

No lo dice con palabras que se puedan entender pero es como si lo dijera. No lo dice pero todos saben que busca, que buscamos, a una mujer perdida en la memoria antigua y que el canasto vacío no es más que una coartada.

Alguna vez se fija, nos fijamos, en algún conductor que reconocemos como si se hiciera un paréntesis fugaz en el delirio, un destello de luz. ¡ don Antonio, a sus órdenes!

Y se retira, nos retiramos, para seguir buscando en el interior de otros coches que se apartan al vernos.

El turno está acabando, se acaba ya. Aullan los claxons como locos. Debo encontrarla hoy. La encontraré primero.

2 comentarios:

Thérèse Bovary dijo...

Por Dios, qué texto tan notable. Es curioso yo escribí algo parecido y de pronto me salió entre los comentarios que era un plagio a Colombine y el texto se esfumó de mi pantalla.
Después yo salí a buscar a don Vicente y al hombre de blanco con mi canasto vacío, pero me puse un sombrerito de lunares rojos para protegerme de ese sol terrible de la bella Sevilla.
Es probable que yo llegue primero al encuentro y esté sola recorriendo los espacios vacíos con un collar de plumas y un abanico perdido en la memoria junto a una fotografía donde aparecen dos rostros que sonríen a la cámara de la posteridad.
Besos Colombine

Lila dijo...

Es hermoso e intenso, notable, tiene razón la Bovary.

Besos, Colombine.