Pasa el largo fin de semana que aquí llamamos puente . Todos se han ido . No ha quedado ni la distracción del trabajo , conversar con los otros . Sentarse cada día frente a unos cuantos desconocidos que hasta entonces no han tenido nombre y que al cabo de los días volverán a perderlo.Escuchar una historia o , más bien , inquirir una historia. Evitar con preguntas precisas cualquier desviación de la línea argumental. Sólo interesan los síntomas . Nada más . No me cuente , no vaya a contarme , cómo llegó hasta aquí , por qué le abandonó, dónde adquirió la habilidad de volar o de reconocer el nombre de los pájaros.
Aunque no siempre es así . A veces se nos escapa una pregunta de más y nos encontramos con algo sorprendente . Encontramos, por ejemplo , que ese funcionario gris, tan resfriado y triste, esconde detrás de sus gruesos anteojos a un valeroso caballero dispuesto a desbaratar todas las injusticias o a un asesino capaz de los más abominables crímenes .
Comprendemos entonces que todos estamos hechos de una misma materia inconsolable.