Aún no ha despertado.
Nadie llama a la meditación
todavía.
No amanece
y todo está en silencio:
el templo, las estancias,
los budas sentados ,
los monjes de túnica azafrán
y cabeza rapada.
Ni una campana
ni un gesto de dolor.
En la ciudad
hay gente que camina
sin rumbo entre las ruinas.
No saben dónde han ido a parar
una determinada esquina
o una tienda de flores.
Ni un grito
ni un gesto de dolor.
Puede ser el impacto, la imposibilidad para entender lo que sucede o el convencimiento profundo de que incluso ésto de hoy, esta terrible destrucción sin explicación ni sentido, no es más que una pura apariencia.
2 comentarios:
Impresionante. Y así es.
Un abrazo, Colombine.
Una pura apariencia.... Es cierto nadie ha llamado a la meditación. Como si no hiciera falta, una decosnstrucción de la realidad o como si la oración resultara insignificante para la magnitud de la catástrofe.
Un abrazo
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