lunes, octubre 16, 2006

Cortazar

6 comentarios:

Héctor Jorquera dijo...

que notable regalos nos haces, estoy en mi oficina en medio e carreras relajado mirando a Cortàzar, buen documento, abrazos desde el Sur

Fortunata dijo...

La verdades que no he vuelto a leerlo dede que tenia veinte años, el otro dia saque sus cuentos y los puse en la mesilla pero no los he leido ninguno.
Entonces los leia a todos Alejo Carpentier, Bio Casares, Carlos Fuentes.....
Un abrazo mojado de lluvia y bastante tristeza.

mentecato dijo...

Recuerdo el día que nos visitó Julio Cortázar en la Universidad de Chile. La sala donde lo recibimos estaba colmada. Éramos tan jóvenes todos. A mi lado, mi pareja de entonces, una hermosa estudiante de Pedagogía en Francés. Contemplo a Cortázar, me parece un milagro, aprieto la mano de mi novia, le pido al escritor autografiarme un libro de su autoría...

En el pasado, bellísimo pasado, y tan lejos, veo a Cortázar hablando, mi novia y el libro autografiado.

Con los años, perdí a Cortázar, a mi novia y el libro firmado. Pero áun no extravío la belleza que sentí al conocerlo.

Hace algunos días, por una publicación de cuentos y poemas que estamos haciendo donde trabajo, releí y corregí el cuento "La casa tomada".

Mi primera lectura la hice cuando vivía con una hermana menor en una casa antigua: me creí, entonces, el protagonista de su cuento.

Un abrazo.

mentecato dijo...

Retorno, porque donde Lila encontré que tú le contabas el nombre donde vives. Después me gustaría preguntarte más detalles.

En todo caso, Valparaíso, fundada por el castellano don Juan de Saavedra, es una ciudad de mucha personalidad: puerto bravo sólo para valientes, de una bohemia hechizante, las casas se encaraman una sobre la otra en las faldas de los cerros que la circundan.

Una vez, fui a la casa de una vieja abuela. Me asombró que nuestra vivienda, de madera y troncos ligeros, se asentaba en la casa de abajo y ésta sobre la de más abajo. En los temblores las casas bailan y quisieran irse al mar y desde allí, como veleros, navegar a remotas regiones de ultramar.

Un tío de la casa, que era anticuario, tenía las especies más diversas, estrámboticas, inimaginables y de todos los países. Había escafandras, sables turcos, cartas marinas, rosas de los vientos, relojes ingleses, trajes chinos, veleros en miniatura, joyas árabes, telas hindúes, caracolas australianas, mascarones de proa, collares de pervertidas holandesas, descomunales zapatos franceses...

Nunca más volví a esa casa, pero en mis sueños la construyo y la desmorono cada otoño.

En la región, a la llegada de los españoles, vivían los indios changos, pescadores trashumantes, Utilizaban balsas de cuero de lobos marinos inflados para navegar. A veces pasaban días enteros sin desembarcar. Se afirma que llegaron hacia el sur hasta el río Maule, de donde yo provengo. ¿Seré acaso un descendiente de estos changos?

Un abrazo.

Fortunata dijo...

La muerte de un amigo siempre produce desgarro de pasados presentes y futuros y una tristeza incontenible.(Lo bueno es que descubres lo mucho que le has querido)

Un abrazo

(perdona te estoy mojando la camisa)

Fortunata dijo...

Pese a lo limitado del medio se que ante ti puedo llorar, porque secarás mis lagrimas con el dorso de tu mano.

Gracias por abrazarme.