Dices no
a los ladrones de tiempo
que esconden su botín
en las cámaras acorazadas de los bancos.
No descansan
ni dejan rastro alguno.
No tienen nombre, dirección ni cara
ante los que poder reclamar.
Dices sí
a la flor del invierno,
al crepitar del fuego en el jardín
y a las hojas que vuelan .
Dices no
a quienes reclutan esclavos o soldados
para llevarlos con los ojos vendados
hacia un lugar perdido
en medio de la nada.
Dices sí
a las muchachas de sonrisa y caderas redondas,
que miran hacia donde también tú miras
y ven lo que tú ya no ves.
Dices no
a la sentencia escrita en un viejo papel arrugado .
Dices sí
a la suavidad de su piel
y al calor de sus manos.
Dices sí
a sus palabras bonitas tantas veces oídas y olvidadas