Vuelve
como al invierno el vaho
cuando me acerco hasta el cristal
helado.
Vuelve
como al camino mis botas,
enterradas bajo un montón
de hojas definitivamente muertas.
Vuelve
como vuelve una canción infantil
o un grito
que se cuela y me asalta
de repente
por la ventana abierta
para la ventilación de la casa.
Pasa
una figura delgada por la calle
envuelta en un abrigo largo,
oculto el pelo por un gorro de lana.
Oigo sus pasos leves
y me acerco y corro
hasta casi caer
y la miro con ojos desorbitados
hacia donde una niebla densa
empieza ya
a borrar su presencia para siempre.
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